El paisaje rural de Menorca se caracteriza por la intervención humana, que lo ha transformado para su aprovechamiento agrario y ganadero. Sin embargo, esta huella de la actividad humana ha sido en Menorca muy respetuosa con el entorno y ha creado un entorno paisajístico y natural que le ha valido a la isla la declaración de Reserva de la Biosfera. El elemento más característico del campo menorquín es sin duda la pared seca. Ésta, presente en cualquier rincón de la geografía isleña, cumple varias funciones: divide las fincas (impidiendo que escape el ganado y delimitando las propiedades), protege del viento los cultivos más delicados (sembrados muy a su costado), y «coloca» las abundantes piedras que de otro modo harían imposible el trabajo de arar los campos. Con la misma técnica de construcción sin ningún elemento cementador se contruyen también las barracas para el ganado, en forma de pirámide de tronco circular.
El ganado es el dueño de las «tancas» (delimitaciones hechas con pared seca) menorquinas. La vaca de raza frisona, criada por su leche, con la que se elabora el muy apreciado queso de Menorca, la vaca «vermella» que da una excelente carne, y también algunos rebaños de ovejas, aprovechan los ricos pastos favorecidos por el clima suave.
Las casas de campo donde habitan los payeses (los «llocs»), construídos con gruesas piedras de «marés» (piedra caliza), siempre pulcramente encaladas y estratégicamente situadas en algún altozano o colina, están comunicadas con las carreteras mediante estrechos caminos delimitados siempre por la omnipresente «pared seca». En los últimos años, muchas de estas propiedades se han reconvertido en lujosos hoteles rurales, logrando el objetivo de rescatar de la ruina económica un modo de vida que poco a poco se va deslizando hacia la inviabilidad.
Recomendamos al visitante que, aparte de visitar las playas y calas que tanto renombre dan a Menorca, se pierdan alguna tarde por estos caminos del interior de la isla.