Menorca, como isla que es, se halla necesaria y estrechamente ligada al mar. Este representa a la vez un medio hostil -un enemigo, cuando se desatan los temporales de Tramuntana, Gregal o Llebeig-, y un aliado en el comercio, además de una fuente de recursos alimenticios, cuando la meteorología es favorable. La costa de Menorca presenta una toponimia que ejemplifica esa dualidad. Desastres marítimos, naufragios como el del buque francés General Chanzy, que se saldó con más de un centenar de víctimas y un único superviviente, dan lugar a lugares como Cala els Morts o Cabo d’es Mal Passar. Otros, por el contrario, se refieren a lugares favorables para la pesca, como «sa Punta d’els Mabres» o «sa pesquera d’es Compte».
La vecindad del mar afecta incluso a la vegetación y la agricultura, dado que los fuertes vientos rocían con minúsculas gotas de agua marina, de manera casi imperceptible pero inexorable, incluso las más internas tierras de la pequeña isla. La sal impregna la vegetación y el sustrato, dando como resultado unos pastos y hortalizas más sabrosos.
A tales facetas se le ha añadido, en los últimos años, el disfrute de la mar como actividad turística o por los propios isleños, que antaño visitaban muy de tanto en cuando las playas. De hecho, aún viven muchos que recuerdan haber visto abundantes focas monje -conocidas aquí como «vells marins»- compitiendo con los pescadores por las mejores piezas de pescado. En los últimos tiempos se han oído comentarios sobre la posibilidad de reintroducir la especie.
El clima de Menorca favorece el turismo náutico en los meses de verano, cuando los vientos y las temperaturas son suaves. Veleros y motoras llegan desde la vecina isla de Mallorca, y también desde Marsella, Córcega, Cataluña y el resto de la costa levantina española, en busca de la tranquilidad y limpieza de la aguas menorquinas. Los isleños navegan en los típicos llauts, con los que tienen la costumbre de dar la vuelta a la isla, en una plácida excursión de entre tres y siete días.
En invierno, por el contrario, los vendavales y tormentas obligan a la flota pesquera a permanecer amarrados en puerto más a menudo de lo que desearían. Pero pronto se olvidan los meses duros del invierno, cuando, entrada la primavera, el Mediterráneo vuelve a abrir sus brazos a los navegantes.
Varias son las opciones donde escoger si el visitante de Menorca desea salir a navegar: Golondrinas que realizan excursiones de medio día o día completo, empresas que alquilan veleros o lanchas, o el más humilde pero también divertido «velomar» que se alquila en las playas más concurridas.