La pesca del «puu» no es en realidad tal pesca, sino que podría definirse como la «preparación» o «paso previo» de una posterior pesca, ya que en este caso lo que vamos a conseguir es el cebo. Lo legos llamaríamos «bichitos» o quizás «pulgas de mar» a unos animalillos que los biológos conocen como isópodos idoteidos y anfípodos gammaridos.
Estos seres viven entre las zonas de litoral donde se acumulan algas muertas y hojas de posidonia, y resultan ser un cebo excelente para la pesca de sargos, obladas, chopas («cànteres») y otros peces, que en Menorca se suelen pescar desde costa y con caña de mano.
Volviendo a mi paseo invernal, os describiré la escena que presencié, tengo que reconocer que con más curiosidad de la que la «etiqueta» permitía: En pleno Febrero, un hombre se pone un vadeador y comienza a caminar, con agua hasta la cintura, para cada pocos metros recoger un puñado de algas muertas del fondo que inspecciona cuidadosamente. Cuando decide en qué zona de la playa puede tener mejor resultado, regresa a tierra, donde recoge unas estacas metálicas que clavará, siguiendo la línea de la orilla, donde hay pocos palmos de profundidad. A continuación ata una cuerda (no diré cabo porque nuestro amigo no está embarcado) de estaca a estaca, y de ésta cuelga, cada dos o tres metros, lo que a mí me parece una fregona o una peluca vieja, de manera que queda sumergida, apenas rozando el fondo.
Cuando regresa me explica que no son fregonas ni pelucas sino «baveróns», hechos con fibras de cáñamo, que impregna con aceite de pescado para atraer al «puu». El aparejo está compuesto por «baverons», «corda», «estaques», y «bous», que son unos de estos «baverons» pero que no se cuelgan de la «corda» descrita, sino que se colocan de uno en uno con su propia cuerda. Cada veinte minutos, el pescador de «puu» repasa sus aparejos, sacando con cuidado del mar los «baverons» y sacudiéndolos para que caiga el «puu» en una cesta de esparto. Los pequeños «gambons», «arrierets» y «ases» (así se llama cada una de las diferentes especies de animales que forman el «puu»), van acumulandose en la cesta junto a a abundantes trozos de alga, que después habrá que seleccionar y apartar, para dejar el «puu» libre de estas partículas. Me cuenta Pepe Melià, al pescador de «puu» que aparece en las fotos, que el cebo agunta vivo en la nevera, si se guarda en la misma cesta de esparto, casi una semana, y que los más pequeños de los mencionados animales (los «gambons») se utilizan para engodar la zona de pesca, lanzándolos a puñados para que se acerquen los peces, que no resitirán la tentación de uno o dos «arrierets» o «ases» prendidos vivos en el anzuelo. También que la medida de «puu» que se solía utilizar cuando este cebo se compraba a los pocos que se dedicaban «profesionalmente» a su recolección era el «almud», que tenía la capacidad aproximada de medio litro. Para una jornada de pesca se precisaban dos «almuds».
Pienso que la pesca o recolección del «puu», para la que se necesita un permiso especial del la Conselleria de Agricultura y Pesca de Baleares, es una tradición entrañable que no debería caer en el olvido.